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| La intensa realidad de un sueño lúgubre |
| Puso en mis manos tu cabeza muerta; |
| Yo la apresaba como hambriento buitre... |
| Y con más alma que en la Vida trémula |
| Le sonreía como nadie nunca !... |
| ¡ Era tan mía cuanto estaba muerta ! |
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| Hoy la he visto en la Vida, bella, impávida |
| Como un triunfo estatuario, tu cabeza ! |
| Más frío me dió así que en el idilio |
| Fúnebre aquel, al estrecharla muerta... |
| ¡ Y así la lloro hasta agotar mi vida... |
| Así tan viva cuanto me es ajena ! |